Bajo mi punto de vista, las empresas se oponen a los nuevos retos de internet, a través de las herramientas participativas, por tres cosas: desconocimiento, temor y desconfianza. Lo del desconocimiento es obvio: quien no sabe es como el que no ve. El temor, también, pues lo de perder el control absoluto de la comunicación, cuesta; y la desconfianza porque la tradición del: ‘siempre se hizo así, para qué cambiar’, pesa mucho.
Me resulta bastante patente la velocidad de paquidermo con la que muchas empresas encajan los tiempos de internet. El hecho es que, cuando cualquier empresa ‘tradicional’ se plantea tomar una decisión en relación a la red ( que si ponemos un blog, que si los abrimos a los comentarios, que qué tal si lo del Twitter nos encaja, que si sí, que si no, que si galgos o podencos…) pues llega el instante en el que el tren pasa y lo pierden. Yo no creo que la cuestión sea que la empresa ‘ de toda la vida’ se ponga a moverse en términos de ‘prueba error’ a la velocidad de una start up tecnológica de California, pero sí que no haga tantos ascos a la armonía y el estribillo de la melodía que suena en esto de internet. ¡Un poco de apertura y más reflejos, hombre! Grandes empresas ya lo han hecho.